Formación como empoderamiento: clave para la dignidad laboral de las personas migradas
La formación se presenta como una herramienta esencial para acceder a un trabajo digno, recuperar autonomía, romper estereotipos, ampliar horizontes y empoderar a las personas.

Estibaliz Benito

En los centros residenciales de Sant Joan de Déu Serveis Socials, que acpmpañan a personas en situación de sin hogar, un 70% de las personas atendidas provienen de contextos migratorios diversos. Detrás de esta cifra hay historias marcadas por la precariedad laboral, la exclusión social y estructural y la carencia de oportunidades reales para desarrollar un proyecto de vida digno. Muchas de ellas llegaron con grandes expectativas, pero encontraron barreras que las arrastraron hacia la vulnerabilidad.
Como orientadora laboral, he podido observar de primera mano las dificultades que afrontan muchas personas migradas a la hora de acceder al mercado de trabajo, especialmente aquellas con formaciones no homologadas o con escasa calificación. Esta realidad pone de relieve la importancia de la formación como herramienta clave para la inclusión sociolaboral. Uno de los factores más profundos y menos abordados que perpetúan esta limitación es el racismo estructural. Éste no se manifiesta sólo en actos individuales de discriminación, sino en políticas, actitudes y sistemas que limitan sistemáticamente, entre otros, el acceso a la formación, al empleo digno y al reconocimiento profesional.
Este racismo estructural afecta a la autopercepción de las personas migradas, que a menudo interiorizan que sólo pueden aspirar a ciertos trabajos. Al mismo tiempo, refuerza injustamente estereotipos sociales que las encasillan en empleos precarios. Esta doble presión, externa e interna, limita su proyección profesional y personal.
En este contexto, la formación se presenta como una herramienta esencial para acceder a un trabajo digno, recuperar autonomía, romper estereotipos, ampliar horizontes y empoderar a las personas. Permite dejar atrás la sensación de vulnerabilidad y tomar decisiones con mayor seguridad y confianza. La formación favorece la inserción laboral, posibilita acceder a empleos dignos y superar la precariedad estructural. También ayuda a recuperar el derecho a elegir, soñar y definir su trayectoria profesional.
Muchas personas migradas aceptan los primeros trabajos disponibles por necesidad, no por vocación. Sin embargo, el acceso a la formación les permite pasar de lo urgente a lo importante: elegir su camino profesional, explorar sus talentos y mostrar sus capacidades y habilidades. Este cambio de perspectiva -de sobrevivir a proyectarse- es profundamente transformador. La expectativa laboral se eleva cuando una persona se siente capaz y valiosa. La formación alimenta esta expectativa y se convierte en motor de cambio personal y social.
Además, la formación tiene un impacto generacional, puesto que se rompe el ciclo de baja calificación y se crea una nueva narrativa: personas que no sólo sobreviven, sino que progresan en sus objetivos. El capital educativo que se genera se hereda, aumentando las posibilidades de que hijos e hijas acaben estudios y aspiren a trabajos calificados. La formación de hoy es la oportunidad y el ascensor social del mañana
.
Sin embargo, para que la formación sea realmente accesible, es necesario adaptar la oferta a las realidades de las personas migradas. Ofrecer cursos en horarios diversos -incluyendo opciones nocturnas y fines de semana- facilita la conciliación con trabajos con horarios exigentes. Ampliar y diversificar la oferta formativa y educativa, tanto en contenidos como en niveles, permite atender a diferentes necesidades y potenciar talentos diversos. La combinación de formación presencial con modalidades online acerca a las personas a las nuevas tecnologías, facilita el aprendizaje y contribuye a la inclusión digital.
Empoderar a las personas migradas mediante la formación no sólo mejora sus vidas, sino que enriquece a toda la sociedad
. Fortalece el tejido económico, aporta diversidad de ideas y experiencias y refuerza los valores de igualdad y justicia social.
La formación no es sólo acceso al empleo, es devolver el control al que lo perdió cuando lo dejó todo atrás. Formar no es sólo enseñar: es creer en el otro, acompañarle y abrirle puertas hacia el reconocimiento profesional y personal. Es ayudar a imaginar y conseguir un destino propio, no impuesto. Es ofrecer la oportunidad que trasciende a generaciones y contribuir a desmantelar las estructuras que perpetúan la exclusión.
Este artículo ha sido publicado en Social.cat a data 12/09/2025